Fri. Aug 30th, 2024

Es cuestión de minutos. Gerónimo Benavides Marchesiconocido por todos como momo, sale de su auto e instantáneamente comienza a recibir un aluvión de solicitudes de fotos. ¿El denominador común que pinta la escena? La buena predisposición del streamer y el color marrón de la camiseta platense.

Ahora es profeta en su tierra y encarna su muy propio “Llegué a la ciudad y me reciben como si fuera un jefe”: se bajó de un avión que iniciaba su viaje en España y regresó a la cancha de Calamar tras ser premiado como Streamer del Año en el Premios Ejército Coscu (CAA). No pasa un minuto para que, en cuanto termina de sonreír para una foto, tenga que volver a hacer muecas para otra.

Son adultos, niños, madres, padres, ídolos del club y veteranos de Malvinas, que fueron a ver el debut de Omar de Felippe, exveterano de guerra, al frente del Platense. Nadie quiere perderse pasar un rato con Momo. Él, cabrón: no dice que no a nada ni a nadie y agradece todas estas muestras de cariño que reivindican el motivo de su distinción en el CAA.

El partido es contra Racing y a Platense le cuesta llegar al área de Academia. Ambos equipos aguantan el 0 a 0 hasta los últimos minutos, en los que el VAR soluciona un penalti a Racing que el colombiano Edwin Cardona convierte en gol. 0-1 para el Calamar, pero eso no impide que Momo vaya a saludar a sus amigos personales Enzo Copetti Y Gastón “Chila” Gómez.

Momo, enviando un saludo a un hincha en la cancha Platense.

Allí, en el pasillo cercano a la sala de prensa, Momo recibe la camiseta de ambos e intercambia algunas palabras con ellos. “Los únicos que pueden ser felices”, dice Momo, ante la complicidad y las risas de los jugadores de Racing. “Los dos únicos a los que permito ser felices… y el forro de coscu”. Arriba, del cielo nublado, caen gotas para acompañar la impotencia de los hinchas.

Momo, protagonista del festival Gamergy

Momo, junto a un hincha en el Gamergy.

flash-forward. El cielo está más que despejado y, muy cerca, en el piso 23 de un complejo ubicado en Puerto madereroMomo está a la espera de ser recogido para su segundo día en la feria Gamergy, donde tendrá que participar en el stand de Kingston Fury, quienes confiaron en él y se llenan de elogios por su forma de trabajar.

En un recorrido exprés por el lugar donde se detiene, Momo, con una resaca post evento de muchas horas (y, por supuesto, muchas fotos), muestra un horno lleno de billetes (no, de panadería no), una vista de el pardusco río de la Plata y unos prismáticos profesionales con los que escudriñaba el panorama que le ofrecía el departamento.

La estancia es corta. A partir de ahí, Momo va por su combo obligatorio para empezar el día: un café y una gaseosa. Al mismo tiempo, se arrepiente de no tener tiempo para ver a sus amigos. “¡Vengo por una semana a trabajar! ¿Crees que me estoy rascando las bolas? Se enfadan como si yo no quisiera estar bebiendo ron y comiendo un trozo de carne”, dice.

Y es que solo vino a la Argentina por trabajo: no tiene tiempo para el ocio. Es un pequeño impasse para venir al Gamergy y volver a España, donde mantiene una rigurosa rutina de entrenamiento para La tarde del año IIdonde le tocará ir a los guantes contra ViruZz, un youtuber español que explotó en la época de Clash of Clans. El hecho: el evento está organizado por nada menos que Ibaí Llanos.

Antes de viajar, Momo tenía planeado continuar con su entrenamiento, pero un dolor en la mano se lo impidió e incluso amenazó con dejarla fuera de la competencia. Entre sorbos de espresso y gaseosa burbujeante, el reconocido streamer deja escapar algunos reproches: “La rutina me deprime. Necesito que mis días sean diferentes, que suceda algo extraño todos los días”.

Momo, durante el desayuno previo al segundo día de la Gamergy.

“Si me meto en la monotonía de la rutina me vuelvo loco”, comienza. Y continúa, sobre su alimentación durante su estadía en Argentina: “Me está imposibilitando. Como no tengo lugares ni horarios… anoche comí a las 2:30 de la mañana. Me tenía que ir hasta Avenida Corrientes hasta que encontré algo: me comí una hamburguesa de pollo. Era eso o no comer en todo el día”.

Su paso por el país le permitió estar en casa y con su familia un solo día. Era un pequeño oasis dentro de toda la vorágine en la que se ha visto envuelto durante años, desde que se hizo sumamente conocido y las fotos en la calle y en diferentes lugares inesperados se convirtieron en algo habitual.

“Hace mucho tiempo que no me siento como en casa. Meses y meses. La última vez que dije ‘estoy en casa’ fue en septiembre del año pasado, porque viajé a España, volví, Me quedé un tiempo, fui a eventos, a Bariloche a trabajar y regresé a España en febrero, en febrero estuve en hoteles, de ahí al piso y del piso a entrenar. Nunca estoy en un lugar fijo“, afirma.

Lo suyo no es algo que le suceda al común de las otras figuras en el campo. De hecho, es todo lo contrario: “Lo lógico para el streamer es que viva en una casa cerrada con llave y no se mueva. Mirá la vida de Coscu. Lo extraño es que Martín sale de la casa. Cuando estuvo la pandemia fue como si no hubiera existido: comida, League of Legends y stream; Eso es con lo que tienes que vivir. Yo soy lo opuesto”.

El carro que lo lleva al Gamergy llego al bar y lo llevo directo a Tecnópolis. el equipo de Clarín Recién lo iba a encontrar de nuevo en unas horas, en el stand de la marca Kingston Fury y dentro de una pecera insonorizada.

Entre fotos y saludos, Momo habló sobre el presente del streaming.

Equipado con varios monitores, un micrófono y una cámara web para que él transmitiera desde allí, la pecera antes mencionada también se usó como el lugar ideal para que sus fanáticos se turnaran para tomarse una foto con él. Amontonados en una fila que dio varias vueltas para no estorbar, adultos y niños esperaban para sonreír con la serpentina ante la cámara de sus smartphones.

Aunque solo tomó fotos (no videos ni audios de saludo a terceros), también predispuesto a firmar cosas. Cintas, camisetas y hasta una caja de Mercado Libre fueron intervenidas por un fibroso negro que no se pudo desprender. “Y no es la cosa más loca que firmé”, confiesa. “Tengo frentes firmados, billetes de quinientos pesos”.

En cierto momento ingresó a su espacio un contingente de personas que reconoció de inmediato. Ellos son tus moderadores.los que se encargan de mantener el control en el chat de sus streams y quienes ejecutan el ban (y, en el peor de los casos, el se mantuvo) a los que rompen sus reglas.

Detrás de ellos viene otra persona. Desde abajo, se ve normal: Air Jordans rojas y blancas, pantalones cargo blancos y un chándal Supreme en los mismos colores. La extrañeza comienza en el cuello: tiene, simulando un pasamontañas, un trozo de tela en la cabeza con dos agujeros en el lugar de los ojos. Arriba, en forma de corona, una boina.

Una madre le toma una foto a su hijo con Momo en la cancha Platense.

Cuando todos se van, la risa y la voz irreconocibles del sujeto en cuestión desnudan su personalidad: es coscucomiendo una hamburguesa vegana y a escondidas para que su paso por el evento no sea tan vertiginoso.

“Vine a saludarte. Quería sorprenderte”, Él dice. “Todo el mundo ya sabe que eres tú”, responde Momo. A lo que su amigo le replica: “No, no. Ahora, recién ahora, sí. Pero antes no. No sabes: Caminé todo el evento. Fue algo que nunca vivimos, histórico. Tengo una máscara de tiburón. ¿Te quieres poner esto y salimos? Entonces si alguien viene a decirnos algo, decimos: ‘¿Quién es Coscu? Soy Cosme Fulanito'”.

Pero Momo no tiene tiempo para camuflarse. Hasta que no termine con la fila que descansa en las inmediaciones de la tribuna, no se va a mover de allí. El día no termina hasta que la gente está satisfecha. La responsabilidad del “mejor streamer del año” en su máxima expresión.

“Si das un mensaje de mierda, decepcionas a estos niños. No quiero defraudar a nadie y menos a las personas que te dan de comer“, termina, dándole un último tenedor a su plato de ensalada de frutas. La pantalla se enciende y el micrófono recibe su voz. La cámara web captura su imagen y comienza a transmitirla. Un día cualquiera en la vida de Momo. Cámara, voz y cosas para hablar: en medio del bullicio de la Gamergy, todo sigue igual.

SL

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